martes, 5 de junio de 2007

descansa en paz

Coca cola de vidrio, un sanguche forrado de plástico, (un sorbo de café y una pitada por frase o palabra), una bolsa de chizitos (bolsa parecería que estaban sueltos, rebelados contra el sistema de chizitos, no, era un paquete de cheetos), una estación de servicio futurista (el indio tenía razón, llegó hace rato). La cena.

Todavía estaba pensando en el por qué exacto de la muerte. La causa estaba enfrente suyo, alrededor, pero quería explicárselo como para poder entenderlo. (Quizá el problema sea ese, entender... no hay que entender nada, para qué, qué sentido tiene explicarse algo).

Siguió. Puchos, auto, abrir la puerta de casa, prender la tele o leer un libro, casi lo mismo, para como están los libros hoy en día (de todas formas nadie lo había obligado a leer al muerto de Paul Auster)

Sería la rutina? Pero en otras épocas también había rutina y sin embargo cuando asumía un presidente las personas ocupaban la plaza de mayo y no se veía más que cantidades anacrónicas de gente escuchando a un mandatario subido en su ventana. (hasta quizás fuera mejor así, los fanáticos no sirven para nada).

El encierro. La necesidad de encierro frustrada no podía ser la causa, pero... realmente estaba fuera de tener algo que ver? (El pasaje de la venganza a la insatisfacción a esperar que la ley resolviera y saciara esa sed de justicia que no existe, la muerte del anarquismo, quizá, tuviera relación alguna).

Ojeras en la cara, aburrimiento sideral, falta de creencia en la vida... ¿falta de guerra? Sería eso?... La falta de guerra... Una corriente en contra del sistema, de sus muertes, de su violencia, esas corrientes eran escuchadas y respetadas, eran todo. (Quizá la falta de muertos genere una muerte en vida, como si la muerte estuviera siempre, antes valía algo, los muertos generaban sentimiento, ahora, sin muertos visibles, lo que muere es el sentimiento).